EL MIMBRAL (Apariciones de la Virgen)

La máxima de este Sagrado Lugar es: AMOR, DOLOR Y ESPINAS. Situado en el polígono industrial de carretera Isla Menor (Sevilla) junto a cafés Saimaza.

jueves, 24 de mayo de 2007

Apariciones de la Virgen EL MIMBRAL


INTRODUCCIÓN

Nombre dado por la Santísima Virgen, al lugar escogido por ella, para una misión celestial, que según se desarrollan los acontecimientos, va perfilando, día a día, sus altos designios.
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EMPLAZAMIENTO.- El Lugar Sagrado, está cercano a la barriada de Fuente del Rey, a Sevilla y a Dos Hermanas, a donde pertenece. El sitio corresponde a lo que fue una vereda de ganado, que junto con la carretera, están dividiendo dos fincas de olivares.
(Hoy todo esto corresponde a un polígono industrial en carretera de Isla Menor, quedando El Mimbral entre las parcelas de Cafés Saimaza y una fábrica de cementos).
El paisaje no es de gran belleza, pero los monumentos del Sagrado Corazón de Jesús y de la Santísima Virgen, junto con la capilla, los incipientes eucaliptos, los antiguos caseríos cercanos, las dos hileras de eucaliptos, que ciñen un tramo de la carretera; y lejos, frente a la Santa Faz, unos restos, como de una torre, últimos vestigios de lo que fue la ciudad romana de Oripo; el cercano arroyo y las raquíticas palmas, esparcidas por todo el lugar, han roto la monotonía de los olivares, creando un lugar agradable, diverso y acogedor.
OBRA DE DIOS.- Avalada con curaciones de alma, de cuerpo y con maravillosos e incontables prodigios, y entre ellos, en el que menos reparamos, quizás, es el de la unión y hermandad que reina en el grupo de oración, que cada día se apresta más en el seguimiento de Cristo y fruto de ello es el acercamiento a la Eucaristía y al amor fraterno, formando un solo espíritu distintas personas de diferentes edades y clases sociales en la defensa del Sagrado Lugar, el Evangelio y a las normas dadas por los Santos Padres.
El grupo, en líneas generales, es equilibrado, consciente, objetivo y más entregado a la hermandad, oración y convivencia que a los éxtasis, prodigios y mensajes, que sopesan, para que nunca puedan redundar en contra de la palabra de Dios, ya escrita en los Evangelios. Esta objetividad les hace estar lejos de todo fanatismo y los alerta a estar prevenidos a los ataques del enemigo; al que cada vez se le hace más difícil el penetrar en sus filas, ya que el amor le cierra el paso, porque no resiste la gracia de Dios. Al no poder destruir desde el interior, en el exterior ataca con más furia, valiéndose de todos los medios a su alcance, incluso sirviéndose de personas, que moralmente están obligadas a dar testimonio de tan maravillosa obra, y lejos de éstos se encogen de hombros, o divagan sobre cosas que saben ocurridas en grupos disidentes y que nunca aceptó el grupo de oración.
Los ataques externos actuales y tantos ataques sufridos ya en el interior, han acrisolado de tal forma la firmeza del grupo, que nuevos ataques únicamente servirían para fortalecer sus raíces y dar más fértiles frutos, haciendo resplandecer más su misión.
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Mimbral de oración y penitencia:
el poder de la oración
Texto del libro "El Mimbral" Amor, dolor y espinas
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Entre los muchos lugares sagrados escogidos por el Cielo para sus manifestaciones, en esta época de los últimos tiempos, destaca éste de El Mimbral de Sevilla, situado a pocos kilómetros de la capital andaluza y que es el que escogió Fernando III el Santo, cuando sitió Sevilla para liberarla del poder musulmán, estableciendo allí su campamento.
He visitado muchas veces este lugar, al que recomiendo que asistan a cuantos conozco, porque allí he visto palpablemente ese amor fruto de la caridad cristiana que se preocupa por todos y que en la persona de los apóstoles de este lugar se hace patente para todos. Allí, cuando a altas horas de la madrugada se acaba la oración, se encuentran solícitos estos para que ningún asistente quede sin medios de locomoción para volver a Sevilla y realizan los viajes necesarios para atender a cualquiera.
Pero si este es uno de los frutos que se palpan en este sitio, los milagros sorprendentes de lluvias de Formas, lluvias de pétalos de rosas, sangraciones de imágenes, se dan con tal profusión que nos tiene que mover a meditar seriamente este despliegue del Cielo para que realicemos en nosotros una auténtica conversión.
En este sitio he recibido pruebas y es donde pude comprobar plenamente cómo se realiza lo que prometió Cristo y quedó plasmado en el Evangelio.
El pasado año, allá por el mes de mayo, tuve que tomar una decisión cual era hacer Capitán del Ejército Blanco al vidente canadiense Claude, por haberlo así pedido el Cielo a través de una vidente. En mi calidad de Capitán, me dispuse a cumplir los deseos del Cielo y, como no tenía ritual apropiado para hacer la investidura al mismo, supliqué al Señor pusiese en mí las palabras apropiadas para tal acto y tras jurar sobre los Evangelios que Claude defendería, si fuera preciso con su vida, los derechos de Dios y de su Iglesia y que defendería todos los lugares de apariciones, especialmente El Mimbral y Ladeira, y rezar la oración del Ejército Blanco, prendí en su solapa la flor de Capitán.
Al acabar el acto, el canadiense se dirigió muy preocupado a mí y me indicó que como yo había hecho ese acto no se hacía en Canadá. Yo le tranquilicé pero en mi interior empezó a preocuparme, tal es así que una vez que salimos de la capilla y nos dirigimos hacia la explanada donde se encuentra el árbol que llamamos de la Eucaristía, porque allí se han dado muchos de los prodigios de apariciones de Formas Eucarísticas, me quedé solo orando ante la Cruz clavada en el mismo. Los demás estaban a unos quince o veinte metros de distancia, en oración, junto a Paca que se encontraba en éxtasis en visión de la Virgen. En aquellos momentos yo me dirigí al Padre y le dije: Padre, que estás en los Cielos, Cristo nos dijo que lo que pidiéramos en su nombre a , nos lo concederías. Mira mi intranquilidad y te pido como prueba que si he obrado bien en todo lo anterior, hagas llover pétalos de rosas. Inmediatamente, al darme cuenta de lo absurdo de mi petición, me dirigí de nuevo diciéndole: perdóname, Padre y Dios mío, porque ¿quién soy yo para pedirte pruebas?. Aún no había terminado mentalmente esta oración, cuando la vidente dijo a los presentes, entre ellos mi esposa: "Hijos míos, mirad al cielo porque van a llover pétalos de rosas". Como miraban hacia un lugar distinto, les dijo:"mirad hacia la derecha, no hacia donde estáis mirando", y en efecto, mi esposa vio bajar suavemente del cielo los pétalos, que luego recogimos, y despedían un aroma impresionante.
Yo, de rodillas, dí gracias al Padre por haber ejercitado su misericordia con este pobre pecador y me apresuré a contar a los presentes toda la oración mental que antes había hecho, y todos glorificamos a Dios Padre en Cristo Jesús por su inmenso Amor y misericordia para con nosotros. Este prodigio maravilloso ha quedado grabado en mi alma como recuerdo imborrable y como testimonio de que Cristo confirmó con él lo que antes había dicho y quedado constancia en el Evangelio. Yo puedo jurar ante Dios que lo que cuento aquí es verdad y que lo hago para dar testimonio del lugar escogido por El. Son muchas las gracias que recibí en El Mimbral, pero esta que he relatado me parece a mí que nos atañe más a todos. Con humildad y poniendo en El nuestra esperanza, El nos concede las cosas, siempre que redunden para nuestro bien. . Santander, 8 de enero de 1975
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. El grupo de oración crecía sin cesar. Los prodigios en el Santo Lugar habían roto fronteras por lo que podían verse alemanes, noruegos, holandeses, mejicanos, y, por supuesto, de casi todas las provincias españolas, de donde acudían autocares diariamente. Entre estas personas también se agregó Francisca Sánchez, a la que Dios le concedió el privilegio de ser vidente.
En un éxtasis, con visión del Señor, de rodillas por la tierra basta, con palos de eucalipto, condujo al grupo desde el lugar de oración hasta un pequeño olivo que crecía a unos cien metros.
.- A este árbol lo llamaréis "El Árbol de la Eucaristía", será un sitio de mi predilección, estaré aquí con vosotros siempre que vengáis a rezar, y derramaré infinitas gracias.
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En otra ocasión la Virgen, a través de Paca, pidió que se hiciera un pozo detrás del monumento a Nuestra Señora de Fátima, y ella misma marcó el punto exacto al tiempo que indicaba: "Saldrá agua suficiente a los cinco metros".
Cuando se llamó al pocero para pedir presupuesto de la obra, éste se reía creyendo que se trataba de una broma que se le pretendía gastar. "Aquí no hay agua ni a cien metros".
.- La Virgen ha dicho que es aquí donde se ha de picar el pozo y que saldrá agua a los cinco metros -le expuso Rafael-.
.-"No quiero engañarles. Considero que picar aquí es robarles. No hay agua".
.- Pues yo estoy seguro de que saldrá a los cinco metros. Lo ha dicho la Virgen.
.-La Virgen dirá lo que quiera, pero el experto soy yo, y mire si estaré seguro, que voy a picar los cinco metros y si sale agua no les cobro, pero si no, no me digan que no les advertí. ¡Esto es un descrédito para mí!".
A los cinco metros de profundidad justamente brotó el chorro. El pocero no salía de su asombro. Decidió por sí mismo darle dos metros más y se convirtió en uno de los más fervientes seguidores y pregoneros del Sagrado Lugar de El Mimbral.
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Pedro Amante estaba angustiado, casi desesperado, porque había llevado a su hijo de diez años a los mejores médicos de Sevilla, donde trabajaba, y de Madrid, y todos le daban la misma solución: "Leucemia" sin ninguna esperanza.
Alguien le habló de El Mimbral y le insinuó llevar al niño por si la Virgen tuviera a bien obrar un milagro.
Poco o nada entendía Pedro de esas cosas. No sabía dónde estaba el Sagrado lugar, pero por las señas que le dieron, una tarde intentó buscarlo para luego llevar al niño en cuanto pudiera.
.-¿Qué puedo hacer? -le preguntó a Rafael-.
.-Rezar y pedirle a la Santísima Virgen su curación con mucha fe, teniendo tu alma en gracia de Dios.
Esa misma noche, de madrugada, el niño empeoró por lo que tuvo que llevarlo a urgencias del Hospital. Ya no se podía hacer nada por él. Era preferible que se lo llevaran a casa y que muriera en compañía de sus seres queridos.
Pedro no se lo pensó dos veces. Montó al hijo en el coche y con ansia, con el corazón comprimido, pero rebosando confianza, lo llevó al lugar de apariciones, abrió el grifo del agua del pozo y empapó al muchacho casi por inercia, sin percatarse de lo que estaba haciendo. Rezó... rezó con el alma en los labios y un nudo en la garganta. De pronto se quedó relajado, como si hubiera despertado de un sueño y vuelto a la realidad.
Cuando llegó a su casa su mujer le reprochó el que le hubiese empapado de aquella manera, y acostó al niño, que dormía plácidamente en los brazos de su padre.
.-Mamá... mamá... -le oyeron unas horas más tarde-, tengo hambre.
.- ¿Qué te apetece?... ¿Un poco de leche?
.- Bueno, sí, pero con unas galletas. La madre no salía de su asombro. ¡Le había pedido de comer...! El niño comió con ganas y luego cayó en un sueño reparador, tranquilo. Cuando despertó volvió a pedir de comer y... hoy es un hombre felizmente casado y sin vestigios de aquella enfermedad.
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GRUPO DE ORACIÓN
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Corría el año 1968. Rafael y su esposa Mercedes rezaban a diario el Santo Rosario en su casa ante una pequeña imagen de la Virgen del Carmen.
Cuando comenzó el rumor de que la Virgen se aparecía en El Palmar de Troya a tres niñas, procuraban ir todos los domingos a hacer oración en ese, para ellos, Sagrado Lugar.
Allí, en el Lentisco, entablaron amistad con otras personas de Sevilla que también asistían con relativa asiduidad.
Uno de esos días, estando en éxtasis uno de los videntes, llamó a Rafael de parte del Señor y le dijo que "todas aquellas personas procedentes de Sevilla procuraran reunirse para la oración en su casa".
Por este motivo era rara la tarde que iniciaban el rezo sólo el matrimonio, particularmente los sábados.
Una tarde en que se habían reunido diez personas, cuando pretendían iniciar la oración, alguien llamó al timbre de la puerta.
.- Buenas tardes, señora
.- Buenas tardes, hijo. ¿Qué deseas?.
Se trataba de un niño de unos once años, alto y espigado, sencillo en su porte y modoso en las formas de hablar y mirar.
.- ¿Vive aquí Don Rafael?.
.- Sí... sí, soy su esposa.
.- La Virgen me ha dicho que venga a su casa a rezar el Rosario.
.- ¿Qué...? ¿Cómo has dicho...? -Rafael dio un salto al oir aquello, plantándose ante el muchacho-
.- Anoche me ha dicho la Virgen que viniera hoy a las cinco de la tarde para rezar aquí el Rosario.
Rafael no salía de su asombro ¿Cómo sabía aquel chiquillo que en su casa se rezaba si era algo familiar y de cuatro amigos con ideales religiosos análogos? ¿Cómo un niño podía atreverse, así, sin más ni más,a llamar a su puerta y pedir rezar con ellos?.
En unos segundos de vacilación pasaron por su mente cientos de pensamientos tan dispares entre sí que no reconoció su propia voz cuando, cogiendo al muchacho por detrás de la cabeza, lo introdujo en la casa diciendo:
.- Bueno, vengas porque te han mandado o vengas porque has querido, rezar no es malo, así que pasa. ¿Cómo te llamas?
.- Pepito.
.- ¿Y dónde vives?
.- Aquí, muy cerca, en la calle...
Sí, Rafael conocía perfectamente el barrio de Triana, en Sevilla. Llevaba venticinco años viviendo en él y tenía muy buenas relaciones con los convecinos por su carácter abierto y campechano.
.- ¿Saben tus padres que has venido?
.- No, he salido como si fuera a jugar con los amigos. Pero he venido a rezar para obedecer a la Virgen.
Los presentes no daban crédito a lo que escuchaban cuando, después de ponerles en antecedentes Rafael, el niño les explicaba cómo la noche anterior, cuando iba a acostarse, vio a aquella Señora en la habitación, cómo estaba vestida, cómo..., cómo... Y le mandó ir a rezar el Rosario a las cinco de la tarde. "Les dices que te ha mandado la Virgen, que soy yo".
Pepito rezaba con un recogimiento impropio de un niño. Con sencillez, sin gestos, con la vista baja aguantó de rodillas más de una hora de oración y, cuando ésta iba a darse por concluída, levantó los ojos hasta la imagen de la Virgen del Carmen, juntó las manos sobre el pecho y tras sonreir, todos los presentes notaron aquel suave olor a rosas y el cambio, casi de transfiguración, en el rostro del muchacho. Después de unos minutos en posición extática volvió a la realidad entre infinidad de preguntas. "Era el perfume de la Virgen, y ha prometido que lo percibirán todos aquellos que la invoquen con devoción". "También ha dicho que veremos muchos milagros, que hoy está muy contenta porque ha visto el amor de nuestros corazones, pero que tenemos que hacer más sacrificios y más oración para que se conviertan los pecadores y no ofendan tanto a Jesús porque eso le hace sufrir".
Por norma, una vez terminada la oración, se despedían unos de otros y cada cual regresaba a sus menesteres. Aquel día solamente se fue el niño. Los demás estaban como electrizados, con la cabeza vacía y el corazón a rebosar de amor, de alegría, de felicidad.
Las sombras de la noche empezaban a recorrer las calles de Triana, las farolas encendidas pretendían destacar en la semiclaridad del ocaso cuando el matrimonio quedó sólo.
.- ¿Qué te ha parecido?. Tengo la sensación de estar soñando.
.- ¡No sé ni qué pensar!... Aún estoy embotado... ¡La Virgen Santísima en nuestra casa...! ¡Un niño que no conocemos de nada enviado a rezar con nosotros...!. ¿Quienes serán sus padres?.
Aquella noche ninguno de los dos pudo conciliar el sueño. Infinidad de preguntas sin respuesta lógica se les agolpaban en la mente y su corazón agradecido bullía en el interior de sus pechos repleto de promesas. "Tenemos que hacer más sacrificios y más oración para evitar las ofensas a Jesús"...
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.- ¡Mercedes!, ¿Tú crees que vendrá esta tarde?
.- Es posible, aunque ha pasado toda la semana sin aparecer...
.- Si viene, en cuanto pueda, creo que debo ver a sus padres. En estas cosas no sabe uno si lo tamarán a bien o a mal y mejor es prevenir...
Aquella tarde, cuando ya acababa la oración, Pepito volvió a quedar rígido, con aquella cara de transfiguración, como la semana anterior. Sonreía, levantaba las manos... Nadie comprendía aquellos gestos.
.- Los pétalos -dijo de pronto- son mi forma de agradecer vuestra oración y el amor que habéis puesto en ella. Repartidlos entre los presentes.
Un intenso olor a rosas, que todos los reunidos inhalaban con fruición, inundó el salón... Pero ¿los pétalos?
El niño miró hacia arriba e instintivamente hicieron lo mismo los demás para ver cómo a unos diez centímetros del techo se materializaba una pequeña lluvia de pétalos de rosa, cayendo al suelo y formando una alfombra de casi dos metros cuadrados.
La alegría y la emoción de aquellos sencillos corazones traspasaron los límites de lo real, sintiendo el amor de Dios y de la Santísima Virgen con plena intensidad.
¡Con qué ilusión se distribuyeron los pétalos en bolsitas de plástico, que cada cual recogía y guardaba como al tesoro más preciado, según se despedían...!.
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.- ¿Qué significa esto?. ¿Por qué en nuestra casa?. Se reza el Santo Rosario en infinidad de hogares y sin embargo Dios nos ha elegido a nosotros para... ¿qué...?. No lo entiendo, Mercedes. ¿Qué tenemos de diferentes de los demás?.
.- No te descabeces, Rafael. Dios sabe lo que hace, y lo que sea sonará. Pidamos fuerzas para sobre-llevarlo.
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.- ¿Te pasa algo, Rafael? -preguntó Pepe Puertas, su jefe directo en el trabajo-.
.- ¡Oh, no, no...!, estaba abstraído en mis pensamientos y..., nada, cosas mías.
.- Si te encuentras mal dilo y te vas para casa.
.- No, no te preocupes. Creo que me encuentro mejor que nunca. Pero es posible que en su momento te cuente algo que me ha pasado.
.- Bueno, lo que tú quieras. Los amigos están ahí, en la brecha, siempre que sean necesarios.
.- ¡Gracias, lo sé!. Por eso te digo que en su momento te lo contaré.
A las once de la mañana solían quedarse prácticamente solas las oficinas, pues el personal tenía media hora para tomar un café y fumar un cigarrillo. Dos cosas que Rafael no perdonaba. Sin embargo aquel día vio cómo salían sus compañeros sin que él sintiera deseos de ninguna de las dos. Físicamente se hallaba en la oficina; removía papeles; la máquina de escribir volaba al contacto de sus dedos, pero su mente y su corazón estaban en el salón de su casa preguntándose: ¿de dónde y cómo habían aparecido los pétalos?. De todas las formas, si volviera a ocurrir alguna anormalidad parecida, se lo diría al sacerdote de la parroquia, con quien le unía una relativa buena amistad. El le aconsejaría, pues estaría más informado o podía informarse de ese tipo de fenómenos.
.- ¡Bueno, iremos a tomar el cafelito!.
.- Tú estás mal hoy, chico. Temí que no vinieras aún sabiendo que no puedes perdonar el cigarro.
.- Pues sí, pero...
Rafael se decidió. Necesitaba descargar aquel peso de responsabilidad que se le había venido encima sin comerlo ni beberlo y sin saber de donde ni por qué.
Puertas se iba quedando lívido a medida que su amigo le contaba lo ocurrido durante aquellos quince días.
.- ¿Qué te parece...? ¡Dime algo...!.
Pepe le miraba absorto. Por una parte no sabía si creerle, no quería creerle, y por otra... ¡Dios Santo!.
.- Si no te conociera te diría que estás loco, que has soñado y me estás contando tus locuras. ¿Cómo es posible...?. ¿Me dejas que se lo cuente a Carmen?. Sabes que ella es muy piadosa, que ha leído muchas Vidas de Santos... ¿Qué día dices que os reunís para rezar?.
.- ¡...! Aunque el Santo Rosario lo rezamos a diario.
.- ¿Me permites que vaya con Carmen, mi mujer?.
.- No faltaría más, será un honor.
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.- Date un poquito deprisa, Carmen, que vamos a llegar cuando ya hayan comenzado la oración y no me gustaría interrumpir.
.- Hago lo que puedo, Pepe... ¡Ya estoy...!.
Estaban algo nerviosos. Eran cumplidores con la religión, sobre todo Carmen, que no perdía la Santa Misa ningún día festivo, e incluso llevaba consigo a los hijos, para que, como ella decía, la Virgen de los Remedios los viera y les diera su bendición; pero nunca habían imaginado que aquellas cosas que les habían contado pudieran ser realidad. ¡No lo podían creer!.
Aquel día eran dieciocho personas en la oración. Se rezó el Santo Rosario de rodillas, cantando entre misterio y misterio el "Ave María" de Fátima muy suavemente, pues no querían que los vecinos se enteraran.
Algunos ya se habían levantado cuando alguien señaló al niño. Seguía de rodillas, mirando a la imagen de la Virgen con una expresión tan dulce y tan fijamente que todos comprendieron que estaba en éxtasis.
Sonrió, levantó los brazos durante casi un minuto, los bajó, giró lentamente, siempre de rodillas, y se dirigió a un cajón del mueble del salón donde Mercedes guardaba los útiles de coser, sacó las tijeras y...
Varios de los reunidos pretendieron quitárselas; era un niño y, sobre todo en aquel estado, podría hacerse daño.
Fue imposible. No consiguieron moverle los dedos ni un milímetro para abrírselos.
Sin perder la sonrisa, con la expresión del niño que va ha hacer una travesura, pero al mismo tiempo con un respeto indescriptible, volvió a situarse en el lugar de inicio, miró a la imagen de la Virgen y sonrió, si cave, con más intensidad. Levantó ambas manos. En su derecha las tijeras hicieron el ademán de cortar, mientras su izquierda recogía algo. Cuando bajaba muy lentamente los brazos, todos los presentes pudieron apreciar el mechón de pelos entre sus dedos.
.- Son del Niño Jesús. Guardadlos y veneradlos con mucho amor. Algún día sabréis por qué os los he dado
Pepe miró a su esposa que lloraba como una Magdalena, al tiempo que se daba cuenta de que él también tenía los ojos húmedos. Se notaba la emoción y el desconcierto en todos los semblantes.
Alguien entonó: "Cantemos al Amor de los amores", que debió subir al Cielo como incienso a juzgar por lo que expresaban sus caras.
.- De momento que nadie comente lo que ha visto, por favor. -expuso Rafael-.
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Rafael aporreaba la máquina de escribir casi con obsesión y Puertas, en otra mesa un poco a la izquierda, pero de frente, repasaba unos papeles por enésima vez, pues no lograba centrarse. De vez en cuando levantaban la vista, se miraban en una complicidad que denotaba la preocupación interior de cada uno y, sin otro gesto, volvían a enfrascarse en sus quehaceres.
Cuando llegó la hora del "cafelito" los dos siguieron por unos minutos como si no se hubieran enterado.
Se miraron y Puertas se arrancó:
.- ¿Vamos?
.- Sí, vamos. Hagamos vida normal -dijo Rafael- como si nada hubiese pasado. Nos hacemos a la idea de que hemos tenido un mal sueño y...
.- Rafael, tienes en mí a un amigo y no saldrá nada de mi boca ni aquí ni fuera de aquí.
.- Lo sé, perdona. Los nervios me traicionan.
.- Es lógico. Pero se acabaron los comentarios. Fuma tu cigarrillo a gusto y tomemos el café. Invito.
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.- Mañana es fiesta, ¿rezáis también el Rosario?.
.- Sí. ¿Piensas ir?
.- Me encantará, y a Carmen también. Está que no vive esperando el momento. ¿Nos lo permites?.
.- Vamos, Puertas, ya sabes que me encantará. De todas las formas esta tarde pienso ir a ver al sacerdote de la parroquia. Necesito ponerle al corriente de todo antes de que esta situación se me escape de las manos y no pueda contenerla. Tengo miedo.
.- Te comprendo. Posiblemente yo haría lo mismo. Aunque... ¿no sería mejor invitarle a que vaya y vea?. Una imagen vale más que mil palabras.
.- ¿Y si va y no ocurre nada?. Además de quedar por tontos...
.- Llevas razón. Hay que tener el corazón arriba, pero pisando el suelo.
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Una señora de las asistentes aquel día había comprado un pequeño crucifijo con el Cristo de plástico y la cruz formada por dos cuadradillos de madera de un centímetro de lado. Tenía una peana para colocarlo en la mesilla de noche, según ella.
.- Lo traigo por si la Santísima Virgen quiere bendecirlo. Se lo llevé esta mañana al cura de mi parroquia y sin desenvolverlo, casi sin mirarlo, le ha hecho la señal de la cruz y ya está.
.- Antes había una fórmula para bendecir los objetos religiosos, o la casa, o el coche... Todo eso se ha perdido. Ahora parece que les cuesta trabajo hacerles la señal de la cruz por encima, como tú dices.
.- Hoy, como es fiesta, vamos a rezar los quince misterios del Santo Rosario. Si alguno tiene prisa o desea irse antes de terminar puede hacerlo sin compromiso.
Nadie se ha movido. Sienten las rodillas entumecidas pero siguen con ellas clavadas en tierra como si una fuerza interior se lo pidiera... De pronto...
.- ¡¡¡El crucifijo está sangrando...!!!
.- ¡¡La sangre va a caer en la mesa!!...
.- ¡Trae un paño limpio, Mercedes!...
.- ¡¡Pepito...!!
.- Está en éxtasis... y ¡está llorando!...
.- ¡Silencio, por favor, creo que está hablando o que quiere decir algo!...
.- "Sufro mucho, hijos míos. Son demasiadas las ofensas que recibo contínuamente y que me hacen estar permanente en la Cruz para calmar al Padre. Se acercan días terribles para la Humanidad. El castigo es inminente. Si la Humanidad se empeña en seguir pecando, en seguir el camino del enemigo, el Padre bajará su diestra. Muchos maldecirán el haber nacido.
Vuestro amor, vuestra oración, que sube como incienso hasta el Padre, es un bálsamo para mi Corazón. No dejéis la oración. Pedid por los pecadores y haced sacrificios en desagravio".
.- ¡¡¡El paño se está empapando!!!...
Mercedes, con el corazón al galope, se dirigió a todo correr hasta la cómoda y sacó... "esto mismo", una funda de almohada y a toda prisa la puso debajo del crucifijo, que ya había empapado de sangre el trapo anterior y amenazaba con caer de la mesa hacia el suelo.
Cuando el pequeño crucifijo dejó de sangrar y los presentes volvieron a la calma Rafael intentó dárselo a su dueña, pero ésta, con un respeto rayano en la superstición y con temblores en los labios...
.- No, yo no puedo llevármelo a casa. ¡Que se quede aquí...!
Por más que intentaron disuadirla el Cristo quedó junto a los paños ensangrentados bajo la custodia de Rafael y de Mercedes.
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Se han ido uniendo al grupo algunos más, a pesar del sigilo y la prudencia con que se lleva a cabo.
.- Pues sí, créetelo, Juan, que mi mujer va allí todas las semanas y parece otra. Ya no me echa broncas por llegar tarde o por tomarme un chatillo de vino; cuando viene de la compra me quiere explicar en qué se ha gastado los dineros y cosas por el estilo... Además me cuenta unas cosas... ¡Eso sí!, le he prometido por la gloria de mi madre que no se las cuento a nadie y no te las voy a contar. Pero ¡vaya si son cosas de aupa!. ¡Como que me río yo de los extraterrestres!...
.- Me extraña que Rafael no me haya dicho nada. Creo que me tiene por un buen amigo.
.- Hombre, en ese caso, siempre te puedes arrimar por su casa uno de esos días de rezos y comprobar lo que te digo. ¡Pero a mí ni nombrarme! ¿eh?... He oido que han caído rosas del techo raso, que un crucifijo ha sangrado, que le han cortado el pelo a un niño que nadie veía... ¡Bueno, muchas cosas raras!... Si Tienes amistad con él y quieres enterarte, no tienes más que ir a rezar y quedarte a ver qué pasa. ¡La cosa no es difícil, digo yo...!.
.- Me has picado la curiosidad. ¡Voy a ir!.
Cada semana la oración era más intensa en fervor. Los asistentes sentían cada día con más fuerza la necesidad de amar a los demás, de sacrificarse por el bien del prójimo, de hacer penitencia por los pecadores, por los que sufren, por los que no saben o no quieren comprender...
Y cada semana el Señor y la Santísima Virgen, por mediación de Pepito, les estimulaban con palabras que se esculpían en sus corazones con el fuego del Amor y con prodigios, como los descritos para testimonio de los escépticos que se niegan a creer.
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Las nubes eran densas y amenazaban con descargar a raudales sus aguas cuando Juan llamaba a la puerta.
.- Buenas tardes, Rafael. Me han dicho que hay que venir a rezar y, si me dejas, aquí estoy para ser uno más de los que militan en las filas del Señor.
.- Hombre, Juan, no sé quien te habrá informado, o qué te habrán contado, pero...
.- Bueno, pero a aquí se viene a rezar, ¿no?.
.- ¡Y en la iglesia!.
.- Entonces ¿me invitas a rezar el Rosario con vosotros?.
.- ¡Sí, hombre, sí!. ¿Cómo te puedo prohibir que reces?. El hombre propone y Dios dispone.
En unos minutos el salón estaba lleno. Los saludos eran entusiastas, salidos del corazón; y los comentarios sobre lo que se habían sacrificado aquella semana denotaban la sencillez y la generosidad de sus almas.
.- ¡Son las cinco y cinco! -dijo Rafael- vamos a comenzar porque hoy se hace de noche y a algunos se les puede hacer tarde para llegar a sus casas.
Las cuentas de los rosarios se deslizaban entre los dedos con la misma suavidad con que se desgranaba el rezo, con la misma fluidez con que brotaba el alma por sus bocas a cada palabra. ¡Dios te salve, María...!
Juan estaba absorto en sus pensamientos. No tenía ni idea del tiempo transcurrido. El, su mujer y sus hijos, Dios... Sin saber por qué arrancó a llorar dulcemente, sacó el pañuelo y limpió los dos ojos con disimulo, temeroso de que alguien se diera cuenta.
¿Había terminado la oración?. Miró a su alrededor y vio a todos absortos contemplando a Pepito, que lloraba con desconsuelo.
.- ¿Qué pasa? -preguntó a la señora que estaba a su derecha-.
.- ¡Schisss!, el niño está en éxtasis.
Juan ni sabía lo que era un éxtasis ni comprendía lo que estaba pasando, pero, al contemplar al crío, quedó prisionero de aquel semblante lloroso y angelical al mismo tiempo.
.- "Sufro mucho, hijos míos. Estoy contínuamente con la Cruz sobre mis espaldas caminando hacia el Calvario. Son muchas las ofensas que recibo. Yo doy Amor y me devuelven injurias. Me crucifican cada vez que matan a uno de mis hijos en actos terroristas, en las guerras por el poder y por el lucro del dinero.
Velad, haced mucha oración porque el enemigo ya está entre vosotros. Muchos serán los que le sigan ante el señuelo de sus promesas.
Solo con la oración, el sacrificio y unidos a Mí en el Amor, sabréis conocerle y vencerle.
Hoy, en vuestra oración, me habéis arrancado una de las espinas de mi corona que más daño me hacía. Os la dejo como prenda de mi compromiso con vosotros".
Pepito levantó sus manos juntas por encima de su cabeza como en ademán de recibir algo.
Dadme unas tijeras -dijo de pronto-.
Mercedes se las proporcionó después de un leve titubeo.
.- No puedo cortarla. ¿Me ayudas, Rafael?.
Éste apoyó sus manos en las del niño y apretó. Cayó al suelo una espina aún verde. El vidente la recogió con dulzura mostrándola a los presentes.
A Juan le saltaba el corazón del pecho. Sus ojos no se apartaban de aquella espina , de unos siete centímetros de larga, que el niño tenía en la palma de sus manos. ¡Santo Dios!... ¿Cómo..., cómo había ocurrido?. ¿Aquella espina estuvo clavada en la frente de Jesús?.
Los pensamientos se le agolpaban en la cabeza, el corazón galopaba en su pecho y... ¡No pudo más! Arrancó a llorar como un niño, sin disimular su contrición, siendo acompañado por casi todos los presentes.
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Ocho días má tarde, cuando la oración era más ferviente, cayó el niño en éxtasis. Pararon el rezo por unos instantes.
.- ¡No, no...! Continuad. No dejéis nunca la oración. Lo primero es la oración.
Cuando terminó el rezo del Santo Rosario el Señor les exhortó al sacrificio, a la caridad y al perdón.
.- ¿Me dáis una bandeja?.
Se la proporcionaron, la levantó por encima de su cabeza y todos oyeron el sonido de caer y vieron un trocito de madera.
.- Es de la cruz donde entregué la vida por Amor. Yo la amé porque desde ella os rescaté para el redil de mi Padre. Amadla y respetadla también vosotros para que sea siempre vínculo de unión.
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Tenía Rafael un crucifijo bastante grande en la cabecera de su cama, ante el que hacía examen de conciencia todos los días y rezaba las oraciones de la noche.
.- Me voy a la cama, Mercedes, estoy cansado.
.- Bueno, yo también iré en cuanto termine de recoger la cocina. Ya me falta poco.
.- ¡¡¡Mercedes, Mercedes, corre, ven...!!! ...
.- ¿Qué pasa?... ¡Vaya susto que me has dado!.
Al levantar la vista se eccontró con el Cristo sangrando por el costado, las manos y los pies. La colcha y las sábanas estaban empapadas.
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Pepito solía ir a jugar con otros niños a un descampado frente al Cuartel de la Policía Nacional del barrio de Los Remedios y, según su testimonio, allí se le presentaba con frecuencia la Santísima Virgen.
Lo habló con Rafael y éste decidió que se hiciera la oración en aquel lugar ya que parecía sitio preferido de la Madre de Dios.
Con tal motivo fueron muchas las personas que se agregaron al rezo del Rosario, extendiéndose por la zona los prodigios que se estaban realizando.
Un día, ante el asombro y las súplicas de los presentes, cuatro policías arrasaron cuantos símbolos y objetos religiosos habían depositado los fieles, conminándoles a abandonar el lugar, por lo que volvieron a casa de Rafael.
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Era fiesta. Pepito llegó algo cabizbajo a la oración, cosa inusitada por la alegría que transmitía su espontaneidad de niño y su vivaracho comportamiento.
.- ¿Estás enfermo?.
.- No, no me pasa nada.
.- Bueno, allá tú. Pero yo creía que los amigos deben de ayudar cuando más se necesita.
.- Es que..., es que hoy no he podido ir a Misa.
.- Mira, si no has podido no tienes de nada que arrepentirte; pero si te has hecho el remolón o no has...
.- Es verdad que no he podido porque...
.- No, hijo, no hace falta que me expliques aquí, y menos con tanta gente delante, los motivos. Cuando puedas, si sientes alguna culpa en tu corazón, te acercas al confesonario y se lo explicas al Sacerdote. El sabrá mucho mejor que yo darte el consejo y el consuelo que necesites. Pero ya te anticipo, para tu tranquilidad, que, si no has podido, Dios sigue dentro de tu alma.
El niño miró a Rafael como el hijo que acaba de recibir el consuelo y la caricia de su padre. Luego, como avergonzado, bajó la cabeza y casi en un susurro dijo:
.- ¡Gracias!...
Se notaba que la oración brotaba de lo más íntimo de los corazones para fluir a los labios con mansa y suave tranquilidad. Algo o alguien les movía y les unía en el mismo fervor, en el mismo deseo de agradar a Dios desde sus pequeñeces.
Cuando iban a iniciar los misterios dolorosos, (ya llevaban algún tiempo rezando los quince misterios), Pepito se adelantó de rodillas, con las manos juntas en el pecho y aquella expresión transfigurada de su rostro cuando estaba en éxtasis. Levantó la cabeza mirando hacia la imagen de la Santísima Virgen, abrió la boca y sacó la lengua en actitud de comulgar.
Los presentes estaba atónitos, no comprendían aquella situación. ¿A qué venía sacar la lengua allí?.
Transcurrieron unos minutos en un silencio denso y expectante. De súbito apareció una Forma Eucarística en el aire, a la altura de los ojos del vidente, hizo la señal de la cruz y se posó en la lengua del niño, que, después de unos segundos, la tragó.
.- Debemos continuar la oración...
La emoción en unos, las lágrimas en otros y la perplejidad en todos ellos les hacía imposible reanudar el rezo, pero después de desgranar algunas cuentas de sus rosarios volvió a sentirse la Paz y el Amor.
Pepito continuaba en éxtasis, con la cabeza levantada hacia la imagen de la Virgen y las manos juntas en el pecho. Cuando terminaron las oraciones dijo, arrancando a llorar con tal angustia que contagiaba a los demás:
.- ¡Qué olvidado estoy en muchos sagrarios! Hay iglesias que pasan meses sin que nadie las abra para que pueda haber corazones que se acerquen a hacerme una visita. En vosotros encuentro consuelo porque veo el Amor de vuestros corazones. Siempre que os reunáis para orar estaré entre vosotros para llevar vuestras súplicas al Padre. Pero os pido que en vuestras vidas tengáis mucha oración, mucho sacrificio y mucho amor.
Cuando el muchacho volvió a la realidad, ante la lluvia de preguntas, respondió:
Me ha traído la Sagrada Comunión el Arcángel San Miguel. Y miraba a todos muy sonriente. Pero Jesús estaba muy triste... tenía lágrimas de haber llorado. Cuando nos miraba se ponía contento.
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Estos prodigios y muchos más, que no se citan para no extender demasiado la relación, se produjeron a lo largo de casi año y medio: sangraciones de imágenes, hostias aparecidas, pétalos de rosas llovidos...
Pero, ante todo, quizás el mayor milagro era el cambio que se experimentaba en los concurrentes a la oración. Se habían vuelto más caritativos con sus semejantes, estaban más pendientes de ser válidos a los demás, sentían más la necesidad de la oración y hacían verdaderos sacrificios por la conversión de los pecadores.
El 18 de Junio de 1970, ya se habían marchado casi todos, después de la oración, cuando el muchacho cayó en éxtasis:
.- Soy vuestra Madre. Es mi deseo que levantéis una capilla en mi honor.
Se miraron unos a otros. ¿Dónde?... ¿Cómo?... Nadie tenía ningún solar donde edificar ni el suficiente dinero para poder levantar una capilla.
Pepito se levantó dirigiéndose hacia la puerta de entrada a la casa.
.- Llevadme...
Estaba con aquella expresión transfigurada del éxtasis, con las manos sobre el pecho. Bajó por las escaleras (no cogió el ascensor) y, una vez en la calle, se dirigió sin dudar lo más mínimo hasta el coche de Rafael.
¿Cómo sabía el muchacho la circulación?. El caso es que él iba guiando a Rafael: "gira a la derecha; ahora a la izquierda"... y así salieron de Sevilla; carretera de Cádiz pasaron el pueblo de Bellavista y desviaron por carretera de Isla Menor; atravesaron la barriada de Fuente del Rey y a unos cuatro kilómetros mandó parar.
Del lado derecho de la calzada se extendía un olivar, quizá poco atendido; de frente, allí mismo, se iniciaba a ambos lados sendas filas de eucaliptos; a la izquierda un descampado en forma triangular, limitado por la misma carretera y una valla de alambres espinosos junto a otra fila de eucaliptos y chumberas que separaban otro olivar donde pastaban unas cincuenta reses vacunas; por el vértice pasaba un pequeño arroyo con espadañas y morones en los bordes del cauce.
Salieron del coche y Pepito, siempre en su estado de trance, se dirigió a una zona junto a la valla de alambres y la fila de eucaliptos, cogió un palo del suelo y sin pensarlo marcó un perfecto rectángulo de 20 x 4'5 mts.
.- Aquí deseo que construyáis una capilla en mi honor, pero no temáis ni os preocupéis porque Yo, vuestra Madre, estaré con vosotros para ayudaros.
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Evaristo clavó las estacas en cada uno de los vértices del rectángulo marcado por el niño.
.- ¿Y ahora, qué, Rafael?.
.- No sé... ¡no sé!.
.- Habrá que hacer un plano de lo que pensamos hacer; buscar a alguien que quiera financiar la obra, ¡que los materiales cuestan dinero!. La mano de obra, bueno, yo me comprometo a intentarlo, con paciencia, eso sí, porque tengo que trabajar para llevar de comer a la familia. Por aquí podré venir los sábados y ratos sueltos, contando con que tiene que haber alguien que me eche una mano.
.- Ya, ya... Lo que pasa es que yo de esto no sé nada y...
.- Bueno, yo tampoco, pero algo he visto y haré lo que pueda.
.- Sí, sí... No sé...
.- Déjalo de mi cuenta. Tengo en la cabeza un proyecto de lo que podemos hacer. Mañana te doy un dibujo y si te parece bien arrancamos y hasta donde se pueda llegar si alguien ayuda. Ahora clava el cuadro de la Virgen en un árbol de estos para señalar el lugar y para cuando vengamos a rezar.

Rafael hizo un gesto afirmativo con la cabeza y con decisión, como si de un acto heróico se tratara, clavó el cuadro en el eucalipto donde el día anterior se había aparecido la Virgen, luego sonrió y mirando al cielo extendió los brazos diciendo:
.- Tú nos has embarcado en este lío, así que Tú sabrás llevarnos a buen puerto, pero por nosotros no va a quedar.
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Un cuadro de la Santísima Virgen, otro de la Santa Faz de Cristo y un crucifijo clavados en un eucalipto fue el primer monumento en este Sagrado Lugar donde diariamente se multiplicaban los rezos, los devotos y los prodigios.
Con el tiempo se le hizo un monumento a Nuestra Señora del Rosario en medio de un jardín cuadrado de cinco metros de lado y se iba marcando entre los palmitos, única planta del lugar, el camino del Santo Via Crucis, por el contínuo pisar de los fieles.
El 18 de Julio de 1972, después de ocho meses de intenso trabajo en que la hermandad, la oración y el sacrificio fueron el anhelo primordial de cada seguidor, fue bendecida por el Capellán y se inauguraba la capilla de El Mimbral, levantada con la aportación, tanto monetaria como manual de sus seguidores.
Había sido ardua la tarea, cada uno, incluso algunas mujeres, habían puesto su granito de arena en la construcción haciendo la masa de cemento, acarreando bloques... Todos en sus casas o en sus trabajos habituales estaban deseando el momento de poder ir a El Mimbral a trabajar. Unos llegaban a las cuatro de la tarde y muchos a las ocho, terminada su faena de obligación, pero todos con la misma ilusión.
.- ¡Evaristo!... He comprado un saco de cemento según venía. ¿Te viene bien?.
.- La Virgen te lo va a agradecer, Lucas. Déjalo ahí debajo del plástico. ¡Pues anda, que no viene bien...!. Aunque casi te hubiera agradecido más un saco de arena, que queda poca.
.- Hombre, si yo tuviese coche podría traerlo mañana...
.- No te preocupes, Andrés. Habrá que pedir que nos traigan un camión. Oye, Puertas, ¿tenemos dinero para ello?
.- Dios proveerá, no te preocupes. Luego, cuando vaya para casa, paso por el albero y lo encargo para que lo traigan mañana cuando tú estés aquí, porque siempre eres el primero en llegar.
.- ¡Como que entro en la Telefónica a las siete y salgo a las dos y media!. Los demás que están aquí tienen la jornada partida. Pero mira, los sábados algunos vienen antes que yo.
.- Toma, Puertas, venticinco pesetas para ayudas de la arena.
.- Gracias, Andrés, en nombre de la Virgen.
Así, día tras día, bajo la dirección de Evaristo, el constante trajinar de Rafael, la confianza de Pepe Puertas y la ayuda de todos se remató la tarea.
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Lágrimas de sangre derramadas
por
la Santísima Virgen y por el Niño
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De todo lo expuesto doy testimonio para bien de los que crean y deseen visitar el Sagrado Lugar con el corazón contrito y repleto de amor.
Ya que en un día 18 se iniciaron los acontecimientos, un día 18 fue enmarcado El Mimbral al recuadrar el lugar de la capilla y un día 18 coincidió la inauguración y celebración de la primera Santa Misa, se acordó que todos los días 18 fueran de especial preferencia en el Sagrado Lugar.
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. Angel
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